La crisis económica y los temas de dinero en la familia ensamblada
Después del manejo de la disciplina, la organización de las finanzas es uno de los mayores desafíos que deben enfrentar las familias ensambladas.
Aún en épocas normales, la administración del dinero es una tarea especialmente sensible y compleja en las familias ensambladas, conocidas popularmente como “los tuyos, los míos y los nuestros”. Los principales temas de discusión suelen girar alrededor de “quién gana la plata”, “en quién se gasta”, “en qué se gasta”, “cómo se gasta”, “quién paga los gastos de los chicos”, “a qué chicos se destina el dinero” y muchos otros dependiendo de cómo haya sido el divorcio, del tipo de relación actual entre los dos hogares de los chicos, de la disponibilidad económica, de que la mujer tenga un trabajo remunerado o no, etc.
Por otro lado, hay mujeres que se sienten culpables por sumar una carga monetaria a su nuevo cónyuge; hombres heridos en su orgullo por verse obligados a aceptar el aporte que viene del “ex” de su esposa para alimentar a los chicos; ex esposos que retacean la cuota bajo la sospecha de que los disfruta el nuevo marido de su anterior esposa.
El rol de "proveedores económicos" que tradicionalmente cumplen los varones, aumenta el nivel de estrés familiar en los hogares ensamblados cuando el padre biológico no pasa alimentos, lo hace en forma irregular o la cuota es insuficiente y la mujer no cuenta con recursos propios. Otras veces, los hombres se sienten tironeados entre sus compromisos actuales y los reclamos de su ex esposa.
Cuánto se gasta en cada hogar es un interrogante sobrecargado emocionalmente cuando constituye la medida de “cuánto me querés” o “a qué hijos preferís”.
Los temas relacionados con las finanzas suelen ser el vehículo de sentimientos hostiles que involucran a los menores y que generan reproches como: “Lo que tu padre me pasa no me alcanza para comprarte zapatillas” o "¡vos no le das a mamá el dinero que necesitamos!".
La diferencia de ingresos en los dos hogares suele acarrear fuertes tensiones difíciles de resolver. Diferentes estilos de vida, ropa, educación, juguetes, vacaciones, requieren de la buena voluntad y disposición de los adultos para que los chicos en posición inferior no se sientan menoscabados. Un padrastro que -pudiendo hacerlo- se niega a aportar a la manutención de su hijastro aduciendo que ello es responsabilidad del padre, si bien está en lo cierto, también puede estar encubriendo con su actitud un serio conflicto conyugal.
Los problemas en torno a la manutención de los hijastros se ponen en evidencia en ocasiones en que el padrastro sin tenerlo previsto es impelido a cubrir sus gastos. Cuando además tienen sus propios hijos, suelen quedar atrapados entre los compromisos previos con el otro hogar de sus chicos y las obligaciones actuales. Si no cuentan con recursos económicos suficientes -o se niegan a solventar todas las necesidades- se involucran en arduas e interminables discusiones alrededor de quién afronta los gastos de sus hijastros. La tensión entre los miembros de la familia ensamblada crece y termina por destruir las relaciones.
Los hombres casados nuevamente a menudo se quejan de ser el único sostén de varios hogares. Pero, si la presencia de niños pequeños impide a la madre salir a trabajar, lograr acuerdos que contemplen esa situación se convierte en una tarea ineludible. Cada familia deberá encontrar una solución que beneficie fundamentalmente a los chicos: en algunas, el padrastro tendrá que ceder, en otras, la madre tendrá que conseguir un trabajo remunerado y otras veces, lamentablemente habrá que reclamar alimentos por la vía legal.
La creciente entrada de las mujeres en el mercado laboral trae alivio a las tensiones familiares producidas por temas económicos y libera a los hombres de su pesada carga. Pero, si al mismo tiempo no se acompaña de una redistribución de las tareas domésticas y del cuidado de los niños, es la mujer quien deberá soportar la sobrecarga de una doble jornada laboral.
Cada cónyuge aporta a la familia ensamblada recursos originados con anterioridad al nuevo matrimonio. Pero, alcanzar la estabilidad en relación con las finanzas, es un proceso largo.
Varios autores señalan que si hay cuestiones de dinero o bienes en conflicto, toda la dinámica familiar se ve afectada, por lo cual el manejo de las finanzas debiera ser un tema a tratar previamente al casamiento. Sin embargo, la concepción sobre que hablar de dinero en asuntos de amor es vergonzoso o de mal gusto, lleva a que muy pocas nuevas parejas se animen a abordar el tema antes de la unión.
Desde el momento en que el dinero se comparte con el otro hogar de los chicos, la pareja debiera tratarlo como un tema natural y necesario, más que difícil o penoso. Cuando esto no ocurre, se da paso a los supuestos y malos entendidos: “suponía que él me iba a dar dinero sin que yo se lo pidiera”; “el dinero lo manejo yo y ella debe adecuarse a lo que yo pueda”; “va a pensar que le paso a mi ex más de lo que digo”; “¿cómo le digo que la mamá de los chicos...?”.
Si bien no hay una formula aplicable por igual a todos los casos, auspiciar el diálogo abierto y sincero en la pareja, parece ser el común denominador. A diferencia de las familias nucleares, hay parejas ensambladas que se sienten más cómodas manteniendo y manejando sus ingresos cada uno por separado; otras prefieren poner todo el dinero en una sola canasta para los gastos de la casa y mantener cuentas separadas para los chicos; hay quienes optan por cuentas separadas y un tercer pozo “en conjunto” para los chicos. En general, pareciera dar mejores resultados reunir todos los ingresos cuando hay niños pequeños, y mantener separadas las entradas de los adultos cuando hay chicos más grandes.
Sea como fuere, lo importante es lograr un acuerdo emocionalmente satisfactorio para todos los involucrados. Cuando se hace imposible arribar a esos acuerdos, es muy probable que estén interfiriendo emociones negativas –resentimientos, enojos, celos, frustraciones-, entonces es imprescindible ocuparse primero de esos sentimientos.
En los tiempos que corren, en que las familias -más allá de su forma- ven disminuir diariamente sus recursos económicos, el diálogo y la creatividad se tornan imprescindibles.
Font: FamiliaS21 Internacional- Dra. Dora Davison